sábado, 28 de febrero de 2009

Libro de Actas - Nº2 "El lado activo del infinito"

Febrero 27-28 de 2009
Reunión del Club de la Serpiente: el lado activo del infinito
(dedicado a Y, a su espíritu incontrovertible)


Es sus palabras, su padre volvía a invitar a tomar un trago a su madre; trago que, finalmente, terminaría pagando ella.
Mientras Y hablaba, todos la miraban como hechizados, acaso por la insinuación de la presencia del amor que resurgía en la anécdota. A Z le fascinaban esas historias. Aunque sería más preciso decir que admiraba casi todo lo que perteneciera al pasado sin demasiados distingos: desde el imaginativo recuerdo de su propio padre de niño contemplando la marcha de un caracol en el cantero de algún jardín perdido para siempre, hasta la batalla del Peloponeso. Todo tenía la secreta dignidad de haber sido. Y para Z, que se consideraba casi inexistente (un fantasma parlante, un bufón venido a menos, en el mejor de los casos) y cuyo sentimiento de irrealidad ante el mundo lo habían llevado a afirmar alguna vez que él era el Buda; eso era suficiente.
Como redes, las miradas de los constituyentes caían sobre Y. A su izquierda estaba V, que tenía que girar unos 60 grados la cabeza para mirarla; un metro más allá (en el sentido de las agujas del reloj) estaba C y a su lado W; ambos miraban casi de frente a Y. En la otra punta de la mesa, como una torre que no ha enrocado, paralela a V, se encontraba X y a su lado Z. Ambos debían girar la cabeza (aunque para el lado opuesto al de V) para ver a Y.
Y las palabras escapaban de la boca de Y como mariposas de prematura crisálida; revoloteaban un poco en el aire, buscando la luz, y se estrellaban contra los oídos de los conjurados. Una vez dentro de sus cabezas (las que lograban entrar) desarrollarían la efímera existencia que Y había estipulado, más temprano, al comparar la vida de estos bichitos con la del ser humano, según una cita del docto U.
Los problemas del club seguían siendo los mismos de la semana anterior: el para qué, el cómo, el a-par-tir-de-cuán-do. Sin embargo, no se discutió mucho sobre eso; quizá debido a la ausencia de K, cuyo riguroso racionalismo, mezclado con su vasta experiencia en el uso de plantas psicotrópicas y su agnosticismo lo calificaban como uno de los más indicados para asumir el destino que tendría o debería tener el Club. Cuando se encontraba K todo eran roles y méritos de organización: cargos provisorios, secretarios eventuales, balances, objetivos y todo tipo de vademécum imaginable. Además, era el más antiguo de todos (le llevaba casi un año al más próximo) y había sido el alma mater o fundador (o co-fundador) del Club.
Por todo esto, y a causa de su ausencia, los miembros presentes del Club de la Serpiente se entregaron sin solipsismos a la más absoluta anarquía.
Hablaron de las tribus de su tiempo (de hecho, Z refirió un encuentro cercano del tercer tipo que había tenido lugar algunos meses atrás con un ser mitológico mitad mujer, mitad súcubo), de las posibilidades de que todo fuera azar o, simplemente, el magnífico plan de algún dios, de inquietantes tecnologías que culminarían en el homo domus y que privarían a los pájaros de la vista de seres humanos transitando por las calles. Todo esto se discutía con total seriedad y con los exabruptos intermitentes de W y Z, y a veces, C.
En algún momento de la noche se impuso el caos y Z, que había sido impelido a escribir sobre todo lo que ocurriera, se quejó de la falta de uniformidad del grupo, lo cual haría su trabajo casi imposible. En efecto, mientras W contaba alguna de sus peripecias de taxista interplanetario, V proponía una explicación para el cosmos, o bien, se limitaba a admirar la actuación de un tipo que en una película de ciencia ficción se había comportado con exactitud como marioneta cuando el libreto lo había requerido. Por otra parte, C continuaba buscando excusas para hacerse malasangre por su estancamiento en la facultad (citaba casos asombrosos: licenciados a los 20 años, doctores a los 17, fisicoculturistas a los 104). Al mismo tiempo, es posible que Y se imaginara danzando un Minué en algún salón con aire renacentista, Z pensara en la forma en que el Club debía impartir justicia y X...
X era el miembro más anónimo del grupo, por decirlo de alguna manera.. Aún esto complicaba las cosas para Z, quien debía llevar a cabo la crónica fiel de los avatares del Club.
Películas, música, pequeños cuentos cotidianos que fraguaba W y remordimientos confluyeron nuevamente en Y, quien tomó un libro y leyó para todos...
Luego de la lectura, o, quizás, antes; Z elevó una petición hacia el grupo, para que éste actuara reivindicando la dignidad de un amigo suyo, el cual había trabajado 14 horas, aproximadamente, por $42; lo cual era una miseria, etc. Al cabo, se oyeron ejemplos de todo tipo de actos injustos de todos los tiempos, principalmente, de boca de W y C; quizá, también, V.
Z advirtió que no ignoraba muchos de los tales, pero que el modo de actuar del grupo debía ser ateniéndose a lo inmediato. Por así decirlo, a la injusticia más cercana. En el fondo, temía que la inmensidad de lo injusto coartara las acciones piadosas del Club. Quizá debió haber citado al filósofo chino para reforzar su planteo: un viaje de mil millas comienza por el primer paso. Como apoyando la moción, antes o después, una voz había dicho desde el parlante del T.V.

There´s nothing you can do that can´t be done... It´s easy...

El proyecto fue avalado, al fin, de una manera u otra, puesto que V e Y dieron su anuencia y se designaron roles. El Club comenzaría a demostrar su poder en la ciudad B como un grupo de camellos que se juntan y conspiran para acabar con la fisonomía del desierto.
En realidad, el Club ya se había manifestado en lo que se conoció como “La Noche de las Margaritas”. Pero eso es otra historia. Quizá, algún día, W se las cuente.
El Club de la Serpiente, conocido también por otros muchos nombres, cúmulo de almas diversas que sólo el risueño Azar o un melancólico Dios habían podido hacer confluir, estaba en camino, por así decirlo. O, tal vez, el camino estaba en él; (si se aprecia el calambur).

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