viernes, 20 de marzo de 2009

Libro de Actas - Nº 3

Marzo 20-21 de 2009 Reunión del Club de la Serpiente

“... Y vi venir una gran tristeza sobre los hombres. Hasta los mejores estaban cansados de sus obras. Una doctrina se difundió, y con ella una fe: “Todo está vacío, todo da igual, todo ha caducado”.
El Adivino, Also sprach Zaratustra –F. Nietzsche

“Vengo y voy solo ante mí y ante mil personas. Ya mi dolor, como todo se fue: el cielo debe existir...”
Flecha zen, Fuego gris L.A. Spinetta

El vehículo avanzaba a velocidad moderada y Z e Y atravesaban senderos de sombra, respirando cada porción de noche diseminada sobre la ciudad...

Horas antes habían trepado las escaleras del depto. de V, como cada uno de los constituyentes, para acomodarse en alguna de las sillas que deparaba la terraza que oficiaba de ágora para las reuniones del Club.

La noche rezumaba una imposible alegría. Ecos de risas a las que aún no podía aspirar ningún ser vivo (salvo, tal vez, algún pingüino comediante o una desteñida nutria en latitudes de hielo profundo) ganaban lentamente el espacio.

La noche parecía una enorme trampa para osos en la que sin clemencia habían caído los miembros del Club de la Serpiente. Una trampa para osos dispuesta con meticulosidad por algún insigne y anónimo Cazador, al que había que buscar mediante prácticas místicas, consumo de sustancias mágicas, defenestrasion-de-l-lenguage-y-toda-s-su-s-propi-e-dades-higualment-e-o-pres-ib-as (que kondenan a- los- hom-bres a la buska de la poehcía o a sohñar con ha-cer--le el hamor a Cirse).

Cuando Z salió a la terraza, iluminada por los vestigios de las lunas de noches anteriores, K presidía la reunión y repartía tareas. A X le había tocado el insoluble rol de apuntar los decretos y resoluciones que aquél estatuía. Lo hacía con letra prolija en un cuaderno rojo; y en los interludios del dictado, llenaba los cuadraditos de la hoja con el azul de la birome, algunos hasta la mitad, otros enteros...

La voz de K era tenue pero imperiosa. Esto lo comprendió rápidamente Z, quien se abstuvo de bromear más de lo necesario, puesto que, a diferencia de la noche en la que con C y W sucumbió al imperio del caos, esta vez había un no sé qué de solemnidad en el aire, al cual adherían todos los miembros del Club y al que, como se dijo, no tardó en acoplarse Z. En efecto, W no se encontraba esa noche (probablemente estuviera en alguna playa de O) y C tampoco. En cambio, la novedad era la presencia de F; quien decidió la música que se oiría durante la reunión.

Quizá para que se comprendiera su plegamiento a tal situación, Z, más servicial que nunca, fue a recibir las pizzas (que había encargado él mismo) cuando el repartidor las trajo.

Durante la comida, cada miembro del Club, previniendo la posibilidad de reencarnar en el reino de las bestias en la otra vida, escogió un animal en el que querría vivir. Y rompió el hielo: sería una jirafa o, en su defecto, algún bicho volátil; V, un elefante, F, un caballo salvaje, Z, a juzgar por los aullidos que había dado esa tarde en horas de trabajo, un lobo (“o hiena”, sugirió, con malicia, V) y K, un caballo. X no sorprendió a nadie cuando con su típico modo de evitar dar una respuesta dejó la pregunta en blanco para que Z, al referirse a ella en el subsiguiente informe, tuviera que utilizar los clásicos puntos suspensivos subsiguientes a su intervención: ...

Más allá de esta digresión, las órdenes de K, cual jeque de un heterogéneo harén, no cesaron ni durante la ingesta, aunque, no sería justo dejar de aclarar que se suavizaron un poco: Y sería confinada a las áridas regiones del arte y debería preparar el terreno para que el Club se manifestara en ese sentido, Z se atendría al ámbito de las ejecuciones, golpes, atracos y toda esa piratería con la que quería intoxicar a sus compañeros y de la cual, a veces, en sus momentos de flaqueo, dudaba y pensaba si no sería mejor dedicarse a clasificar mariposas sobre una plancha de telgopor. Por otra parte, X y V, según podía inferirse, funcionarían como satélites, que acompañarían el despliegue de los dos institutos anteriores y, sobre todo, del siguiente, de cabal importancia para K, quien lo asumiría en toda su eminente majestad: el Instituto de Desarrollo de las Nuevas Cabezas y Espíritus en el Marco de una Lucha Sin Cuartel contra las Furias Desbocadas del Poder de la Ciudad B.

Respecto al destino que se les asignaría a C y W, ausentes en ese momento, nada se dijo.

Finalmente, se crearían depósitos de música e imágenes, vestuario e instrumental vario y todo tipo de elementos que sirvieran al Club para incidir sobre la ciudad B, en un primer momento, y luego alterar el curso de la Historia (o, al menos, los Destinos individuales de los conjurados).

Durante todo esta escena, la participación de F fue casi nula (de hecho, Z ignoraba si estaba allí en calidad de miembro potencial o simple voyëur). Pero, una vez consumado el plan organizativo, la reunión giró en torno al embate de F contra K, quienes, cual dos caballos de ajedrez fantásticos debatieron acerca del uso de psicotrópicos y afines.

La voz de F se hizo sentir: sintaxis precisa, tono medio y articulación perfecta; desglosaba con fluidez ideas en formatos que los socios del Club raramente practicaban y aún escuchaban.

Z e Y no tardaron en apoyar secretamente, como senadores romanos, a K, quien basaba su planteo en su amplia experiencia en el tema y en el concepto de reunión de lo intelectual y lo espiritual mediante el consumo de sustancias con propiedades especiales. Por su parte, V realizó varias preguntas a F, quien respondió doctamente. X guardaba silencio y su expresión era impenetrable; no se manifestó en ningún sentido. Sin embargo, más tarde, cuando brutalmente Z confesara, para sorpresa de todos, que nunca había consumido ninguna sustancia, ni siquiera fumado marihuana, el silencio de X fue totalmente abierto y elocuente, y Z sintió la felicidad de quien le come un peón al adversario luego de una partida en la que ha cometido varios errores.

El tema se agotó después de un rato y el sueño comenzó a ganar los ánimos: todos estuvieron de acuerdo en mostrarse las risas a modo de despedida. Para estimularlas, se proyectaron algunas imágenes cómicas en la computadora de V. Fue como un benjuí. Los constituyentes salieron a la calle para sentir el eco de sus propias risas y, entre chistes malos y bromas insolentes se dijeron adiós... F y X se fueron en un remís conducido por un ex presidiario. Otro tanto hicieron Y y Z , en la moto de éste. K se marchó solo, en bicicleta.

De a poco, los ojos de V fueron despoblándose de las imágenes de sus amigos. Lo último que vieron fue la espalda de K, perdiéndose en la oscuridad como la quilla de un barco en la noche oceánica y profunda.

No hay comentarios: